Durante la época de la Guerra Fría el Gobierno de Estados Unidos se planteó la posibilidad de lanzar un ataque nuclear a la Luna, todo con la intención de que el impacto y la explosión fueran visibles desde la Tierra.
La justificación de los norteamericanos en ese entonces era para obtener más información sobre nuestro satélite natural, aunque se cree que esta prueba nuclear era más que nada para demostrarle a los soviéticos la capacidad armamentista de Estados Unidos.
Sin embargo, la teoría más acertada está relacionada con la carrera espacial, puesto que los rusos habían logrado adelantarse y dejar a EEUU atrás con el lanzamiento de Sputnik 1, el primer satélite artificial del planeta Tierra.
No obstante, comenzó a correr el rumor de que la URSS planeaba lanzar una bomba H en la Luna, por lo que el joven físico Leonard Reiffel empezó a trabajar con Carl Sagan para estudiar cómo se expandiría la nube de polvo tras una denotación nuclear en el entorno lunar, un cálculo clave si se quería que la explosión de la bomba fuese claramente visible desde la Tierra.
El objetivo de A119 era en teoría explorar los efectos que tendría una explosión atómica en la superficie de la Luna.
Aunque Reiffel reconocería en una entrevista concedida en 2000 a The Observer que la realidad del plan era dejar en claro que el “objetivo principal de la detonación era un ejercicio de relaciones públicas y una demostración de superioridad”.
“La Fuerza Aérea quería una nube en forma de hongo tan grande que fuera visible desde la Tierra. Obviamente, la explosión sería en el lado oscuro de la Luna y la teoría era que si la bomba explosionaba en el borde, la nube en forma de hongo sería iluminada por el Sol”.
Reconoció el físico
Al final, el A119 quedó relegado así a las anotaciones a pie de página de la crónica de la Guerra Fría o, si se quiere tirar de imaginación, el terreno de los ucronías.
También te puede interesar: Los japoneses quieren llegar a la Luna con una empresa privada